No dejaré que muera ese recuerdo
y la gracia sutil de tu mirada,
¡tenías una cara tan preciosa
mojada por el llanto y por tu lágrima!
Tenías el cabello alborotado
por causa de una brisa enamorada,
robando con sus besos a tu pelo
la gracia y el encanto que llevaban.
Tu cuerpo me esperaba tembloroso,
sufriendo y esperando mi tardanza,
querías refugiarte entre mis brazos
y en ellos encontrar lo que buscabas.
Un poco de cariño solamente,
el roce de mis dedos en tu cara,
la curva sinuosa de tus senos
pidiendo que su sed apaciguara.
Por eso aquel momento fue distinto,
sonaron en la noche las campanas,
durmieron las estrellas en el cielo
ajenas al amor entre dos almas.
Vivimos con fervor aquel instante,
saciamos los deseos y añoranzas,
latieron sin cesar los corazones
y luego nos dormimos hasta el alba.
Al despertar sentí que se encogía
el corazón, al verte allí, acostada,
tu cara reflejaba la pureza
en medio de la luz que te llegaba.
Así que acariciando tu cabello,
tus labios la sonrisa dibujaran,
la noche se perdía entre las sombras
y ahora un nuevo día comenzaba.
Un día de emoción y de sorpresas,
producto del regreso y la distancia,
tenías que partir a tu destino
igual que yo hacia el mío y a mi casa.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/03/12
Imagino y siento esa ansiedad por la llegada del ser amado, esa premura en el abrazo, esa sensación de dulce y de pasión al ir fundiendo los cuerpos para apagar la llama urgente.
ResponderEliminarToda una aventura a vivir.
Sin embargo me duelen las lágrimas...pero a veces son inevitables.
Es una belleza este poema. De los mejores que te he leído, Rafael querido.
Abrazos miles.
Y felicidades siempre.
Hay una parte en tu comentario Maritza que me ha impactado: "...me duelen las lágrimas... pero a veces son inevitables...".
ResponderEliminar¡Cuánta razón tienes querida amiga!, a veces necesitamos ese llanto, ese desahogo... para sentir que estamos vivos todavía.
Un abrazo en la tarde,
Rafael