Voy a escuchar al eco que me llama,
y tomaré su llanto y su lamento,
quizás cuando descifre su sonido
comprenderé lo mucho que te quiero.
Es fácil que no entienda las palabras
mezcladas entre lágrimas y besos,
y puede que confunda los suspiros
forzados por tus labios y mis dedos.
Quisiera que volvieran nuevamente
los sones infinitos de tus senos,
las sendas sinuosas que cruzaban,
atajos y caminos por tu cuerpo.
Quisiera retener entre tus ojos
el brillo y la pasión de tanto anhelo,
la noche tan gozosa que pasamos
y el acto tan sublime que recuerdo.
El eco solicita, y me reclama,
que vaya sin tardanza hasta su encuentro,
que escuche su respuesta a mi mensaje
y olvide tantas dudas y recelos.
El eco es el testigo solitario
que manda con el mismo mi reflejo,
y entonces su palabra es mi palabra,
igual que su tristeza y mi deseo.
No hay voz más poderosa que me llame
y haga que hasta olvide lo que pienso,
el eco me devuelve los sentidos
igual que los perdidos pensamientos.
Más quiero que me abracen sus palabras,
que ahogue los suspiros de mi pecho,
que vuelvan tantos ratos de la infancia
mezclados con sonrisas y con sueños.
Quizás cuando le escuche, silencioso,
acuda hasta mi lado con el viento,
el eco con su eterna sinfonía
nacida de mis labios hace tiempo.
"...Voy a escuchar al eco que me llama
y temblaré escuchando sus lamentos,
y sonreiré, sin duda, con mi risa,
devuelta con la tuya, por el eco..."
Rafael Sánchez Ortega ©
18/03/12
Ese eco, Rafael, ese eco... Ese eco es importante y es cercano, creo que el hablante debe entregarse en sus brazos y en su llamada sin esperar a nada más.
ResponderEliminarHermosísimo y emotivo.
Abrazos, querido Rafael.
...Pero el eco solamente refleja las palabras de los labios a quien vuelve Maritza.
ResponderEliminarAbrazos en la noche querida amiga,
Rafael