El mar, sin olas,
dormía entre los brazos
de las sirenas.
Eso pensaba
de niño, y en la infancia,
dejada atrás.
Edad dorada,
ansiada y añorada,
que disfruté.
Hoy, ese mar,
se pierde en la distancia
y tiene olas.
Ya no hay sirenas,
ni sueños encantados,
con otros brazos.
El verde azul,
se muestra envejecido
y tiene canas.
Igual que tú,
me digo en un aparte,
pesan los años.
Más veo un niño
que viene por la playa,
ajeno al mundo.
Salta las olas
pequeñas de la orilla
y hasta las habla.
¡Cuánta inocencia
se marcha con mis lágrimas
a otros momentos!
Rafael Sánchez Ortega ©
28/10/22
Para algunos la infancia fue una edad dorada, pero pienso que a veces se idealiza cuando salimos de ella. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Neuriwoman.
EliminarUn abrazo.
Tu poema lo has dividido en etapas como la vida misma. Pero no olvidemos que cada una ellas tiene su encanto , eso sí, siempre hay que poner en esta vida ilusión ...Un besote.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.
Ese mar conserva la memoria del niño ya adulto.
ResponderEliminarInfancia dorada. Un tesoro para quienes así la disfrutaron.
Abrazo, Rafael.
Gracias Verónica.
EliminarAbrazo.