domingo, 9 de octubre de 2011

CUENTAN LAS PIEDRAS DEL PUEBLO...


Cuentan las piedras del pueblo
que ya se acabó el romance,
que ya no ven a la niña
tan modosa y con su traje.

Hablan las piedras calizas
de los muros y las calles,
hablan también esas otras
rescatadas de los mares.

Y su rumor se hace fuerte
y es imposible que acabe,
porque fueron muchos días
de noviazgo por las tardes.

Nuestra moza presumida
paseaba con donaire,
para ver aquel muchacho
que era hijo del alcaide.

Y aquel chico introvertido
cayó preso de las artes,
de la niña tan coqueta
que quería enamorarle.

Fueron días, muchos días,
de noviazgo interminable,
con los besos y promesas
recogidos por el aire.

Y las piedras se empaparon
de estos hechos y saudades,
que los cuentan en susurros
a febriles caminantes.

Pero el final de la historia
dejó dolor a raudales,
porque la niña y su mozo
fallecieron en un martes.

Y aquí las piedras se paran,
la confusión es constante,
unas señalan al niño
otras, también, a su padre.

Porque al final, como siempre,
es el dinero el que vale,
el que señala el futuro
cual condición miserable.

Dicen las piedras más viejas
que la razón fue el linaje,
ya que la dote de ella
era modesta y sin sangre.

Mientras la de él era rica,
tierras, castillo y boscaje,
con un trigal y viñedos
para con ellos colmarle.

Y en esa gran diferencia
fue negativa constante,
la del alcaide a su hijo
para poder desposarse.

Siguen contando otras piedras
que la novia se enclaustrase
mientras el novio rendido
sólo quedó, sin pasaje.

Y que enfermó, consumido,
presa del drama y los males,
que en aquel martes pasaron
entre los novios y amantes.

"...Cuentan las piedras del pueblo
la sinrazón de la calle,
aunque en el fondo se oculte
tanto dolor a raudales..."

Rafael Sánchez Ortega ©
09/10/11

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