III
Pero no, no renuncio a mi futuro
ni al presente que surge de la nada,
aunque el techo sea alto de ese muro
lograré que lo alcance tu mirada.
Tu mirada que llevo, te lo juro,
en el alma precisa y descansada,
con los ojos cerrados al conjuro
de una niña feliz y enamorada.
Es por eso que busco ese diamante,
ese seno de enero y de febrero,
y lo quiero febril y palpitante
como luz recibida de un lucero,
más lo quiero ya aquí, y en este instante,
para ti, y para mí, porque te quiero.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/10/11
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