Que recorran mis dedos en silencio
esa pìel tan ardiente y deseada,
y rescaten del pecho los suspiros
y con ellos tus versos y palabras.
Que la luna recorra por el cielo
los senderos de estrellas y guirnaldas
y que sienta también escalofríos
cuando escuche las voces que la llaman.
Que los niños se duerman en el lecho
y que sueñen con príncipes y anjanas,
sin pensar para nada en el futuro
ni en el tiempo precioso que se pasa.
Que detengan las horas los relojes
y enmudezcan deprisa las campanas,
para hacer que pervivan los recuerdos
en el fondo tan dulce de las almas.
Que se acaben las guerras y miserias
y se apague el ardor de las batallas,
hasta ver en los ojos de los hombres
esa luz del amor y la esperanza.
Que mis labios se junten a tus labios
en un beso sin prisas y sin pausas,
que libemos el néctar de ese vino
y durmamos unidos hasta el alba.
Que se amen los jóvenes amantes
y que hagan eternas sus andanzas,
con los besos vividos y sonrisas,
y también con caricias y miradas.
Que los mares detengan sus mareas
y que duerman sus olas en la playa,
y por ellas nosotros caminemos
de la mano y descalzos por el agua.
Que susurre el nordeste nuestro nombre
y la brisa nos roce sin tardanza,
que se unan los cuerpos y latidos
y que sacien la sed que los embarga.
"...Que se cumplan, en suma, tantos sueños,
y mis dedos escriban en tu cara,
en tu pecho y tus senos tan ardientes
y en tu vientre de niña enamorada..."
Rafael Sánchez Ortega ©
11/10/11
esa pìel tan ardiente y deseada,
y rescaten del pecho los suspiros
y con ellos tus versos y palabras.
Que la luna recorra por el cielo
los senderos de estrellas y guirnaldas
y que sienta también escalofríos
cuando escuche las voces que la llaman.
Que los niños se duerman en el lecho
y que sueñen con príncipes y anjanas,
sin pensar para nada en el futuro
ni en el tiempo precioso que se pasa.
Que detengan las horas los relojes
y enmudezcan deprisa las campanas,
para hacer que pervivan los recuerdos
en el fondo tan dulce de las almas.
Que se acaben las guerras y miserias
y se apague el ardor de las batallas,
hasta ver en los ojos de los hombres
esa luz del amor y la esperanza.
Que mis labios se junten a tus labios
en un beso sin prisas y sin pausas,
que libemos el néctar de ese vino
y durmamos unidos hasta el alba.
Que se amen los jóvenes amantes
y que hagan eternas sus andanzas,
con los besos vividos y sonrisas,
y también con caricias y miradas.
Que los mares detengan sus mareas
y que duerman sus olas en la playa,
y por ellas nosotros caminemos
de la mano y descalzos por el agua.
Que susurre el nordeste nuestro nombre
y la brisa nos roce sin tardanza,
que se unan los cuerpos y latidos
y que sacien la sed que los embarga.
"...Que se cumplan, en suma, tantos sueños,
y mis dedos escriban en tu cara,
en tu pecho y tus senos tan ardientes
y en tu vientre de niña enamorada..."
Rafael Sánchez Ortega ©
11/10/11
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