A la orilla de la charca
un poeta se inspiró
de una rana muy coqueta
que soñaba bajo el sol.
"Duerme, duerme, mi ranita",
le cantaba un moscardón,
y la rana sin oírlo
proseguía su labor.
El poeta con su pluma
anotaba la canción,
esas letras y romances
del moscón tan cantador.
No es posible, se decía,
este acto tan felón,
pues la rana solo duerme
con el sauce por farol.
Y apartaba con sus manos
al moscón galanteador,
ya que quiere que la rana
sueñe en paz y sienta a diós.
Sienta el agua de la charca,
y ese beso sin color,
que del cielo y a sus labios
manda el sol en su pasión.
Por el río pasa un ganso,
va pendiente de su honor,
con el cuello tan altivo
sin tener invitación.
Y de pronto ve a la rana
y a su lado va veloz,
pues desea en ese sueño
ir con ella de pastor.
El poeta ve con ira
este acto tan atroz,
y le pide que se aparte
a este ganso pescador.
Que no altere y no moleste
a la rana del guiñol,
que la deje con sus sueños,
se lo pide por favor.
"¡Ay ranita de mi vida,
-el poeta suspiró-,
duerme pronto y sueña presto
que a tu lado sueño yo!"
Rafael Sánchez Ortega ©
20/10/11
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