jueves, 27 de octubre de 2011

UNA TARDE DE OTOÑO EN UN PASEO...


Una tarde de otoño en un paseo,
una imagen del día que se marcha,
unas gentes que van por las aceras
y la luz que en el agua se derrama.

Es un cuadro que llena los sentidos,
una paz recibida para el alma,
una flor y el preludio de una noche
que promete luceros y guirnaldas.

Pero yo, que sonrío en esta tarde,
miro absorto a su cielo de naranja,
a ese rojo mezclado con las nubes
que acaricia la rosa y la retama.

Es igual que ese beso de los cuentos
rescatado de páginas sin habla,
un instante que embriaga y da suspiros
con la sangre, de nuevo, renovada.

Hay un banco que mira a la laguna
al que llega la tenue llamarada,
de ese sol que se marcha y que se aleja
y que deja la noche a sus espaldas.

Pero el cuadro tan vivo y tan hermoso
con el cielo cubierto por las llamas,
el que cierra los ojos de la tarde
es aquel que nos llega y nos abraza.

Es el cielo y el sol que se despiden,
en la lengua ardorosa de una brasa,
que nos ciega y nos llena de mil sueños
y nos lleva a ese reino de las hadas.

Y allí fue, donde un día, siendo niños,
aprendimos los pasos y palabras,
y crecimos al son de la ribera
persiguiendo las luces tan doradas.

Ahora llega el otoño de colores,
y aquí estoy, en la tarde, con mis canas,
recibiendo ese beso de los cielos
que acaricia mis sienes plateadas.

Yo susurro estas letras, en silencio,
unas letras que llevo en mis entrañas,
y que nacen contigo y en tu nombre
y que quieren dejarte tanta calma.

"...Una tarde de otoño en el paseo,
vi una imagen del día que marchaba
y las gentes pasaban por su lado
contemplando sus luces en el agua..."

Rafael Sánchez Ortega ©
27/10/11

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