Quizás aquella tarde, en la distancia,
tomamos un camino divergente,
quizás nos confundimos de camino
buscando entre las zarzas los claveles.
Quizás la melodía que sonaba
salía de las tascas y burdeles,
quizás la confundimos con la otra,
surgida de los claustros y trapenses.
Quizás entre los pinos solitarios
estaba la blancura de la nieve,
quizás, con nuestra mente confundida,
pensamos en cañadas que adormecen.
Quizás la poesía de las almas
brotaba de las mismas, sin dobleces,
quizás con tantas dudas recibidas
sentimos otros versos diferentes.
Quizás, tras los silencios prolongados,
oímos cabalgar a los corceles,
quizás nos confundimos con la sangre
latiendo en nuestro pecho simplemente.
Quizás, en esa noche de verano,
tus labios se posaron en mis sienes,
quizás soñé también, con la fortuna,
de besar a los tuyos tan ardientes.
Quizás nos confundimos de rosales
buscando las abejas y las mieles,
quizás en los floreros de las almas
estaban marchitadas nuestras preces...
...Ahora, con el tiempo concluido
un trébol se me asoma dulcemente,
quizás, con tanta lágrima vertida
lo sienta como el viento del nordeste.
El viento que acaricia los sentidos,
la brisa del cantábrico tan verde,
la eterna melodía de las olas,
quizás, ...en ese abrazo esté mi suerte.
La suerte de escribir a las estrellas
sacando al corazón lo que allí tiene,
el alma tan oculta del poeta
y el sueño con los versos que allí duermen.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/10/11
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