En un rincón feliz del universo
había dos galaxias pequeñitas,
tenían muchas luces y colores
de estrellas que en la noche refulgían.
En ellas se encontraban dos princesas
viviendo en esos reinos muy tranquilas,
tenían muchos niños a su cargo
y a todos entregaban sus sonrisas.
Un día se cruzaron en la noche
buscando por los cielos manzanillas,
querían esas plantas deliciosas
por causa de sus dotes curativas.
Con ellas se aliviaban los dolores,
se hacían infusiones y bebidas,
que luego se tomaban en las noches
en medio del susurro y de la brisa.
Un día las princesas se enfadaron
por causa de una estrella fugitiva,
ansiaban que quedara para ellas
la cola del cometa tan bonita.
Querían a su estela como colcha,
que fuera su bandera preferida,
querían dormilarse entre sus pliegues
de sueños, de ilusión y fantasías.
Más nada retenía a aquel cometa,
(estrella primorosa y tan bonita),
y el mismo proseguía con su marcha
ajeno a las princesas presumidas.
Al ver que se escapaba de las manos
perdieron las princesas sus sonrisas,
lloraron con dolor por su egoísmo
soñando con amor su despedida.
Perdían una estrella y un cometa,
ganaban en nostalgias y semillas,
en forma de ilusiones y proyectos
luchando por los mismos día a día.
Entonces comprendieron el mensaje,
la luz con el susurro tan querida,
la música llegada de otros mundos
en forma de caricia y sinfonía.
De pronto las princesas se miraron
y vieron unas lágrimas cautivas,
estaban en los labios y cabellos,
y estaban en la luz que recibían.
"...En un rincón feliz de nuestro mundo
había dos princesas muy sencillas,
soñaban con galaxias de colores,
¡soñaban, sin saber, que estaban vivas...!"
Rafael Sánchez Ortega ©
28/10/11
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