Estoy poniendo flores en el lecho
para que sustituyan a las sábanas,
así tendré sus pétalos floridos
y, el aroma, tan dulce de sus ramas.
Serán como la eterna primavera
que viene con sus besos y te embriaga,
que surge cual milagro del invierno
y pronto sus colores desparrama.
Serán esas hermosas golondrinas
que vuelan sobre el mar y la distancia,
que llegan a mi pecho y enloquecen
y anuncian a mi alma su llegada.
Yo quiero ya dormirme entre las flores,
vivir su primavera sin tardanza,
sentir esa llamada de las aves
y el bosque con los robles y las hayas.
Pero quiero esas flores en el lecho
compartirlas contigo, niña amada,
quisiera que escucharas mis poemas,
y leyeras en el fondo de mi alma.
Quisiera con las flores recorrerte,
sentir escalofríos en tu espalda,
notar esos suspiros de tus labios
y luego conjugar esa llamada...
Quisiera contener tantos latidos
del pecho tan ardiente, sin palabras,
quisiera palpitar junto a tu cuerpo
y luego navegar hacia la nada.
Por eso pongo flores en el lecho
y vuelven con las flores las campanas,
la bella letanía de las horas
que anuncian que la noche ya se acaba.
Se quedan con los sueños y las sombras
las risas y las lágrimas calladas,
y quedan tantas dudas y recuerdos,
de pronto, iluminadas por el alba.
Y allí se quedará, junto a las flores,
el lecho con las sábanas sagradas,
los pétalos que oyeron tus suspiros,
las letras que mis dedos escanciaran.
"...Estoy poniendo flores en el lecho
con los versos pacientes que reclaman,
y piden esa eterna primavera
desde el dorado otoño en que se hallan..."
Rafael Sánchez Ortega ©
26/10/11
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