Mandé mis besos al viento
para que a ti te llegaran,
pero volaron cansados
lejos de ti y tu ventana.
Ellos querían la brisa,
esa que vi en tu mirada,
y la sonrisa preciosa
que anida siempre en tu cara.
Pero vivías ajena
lejos de sombras amargas,
en el jardín de la vida
entre el olivo y la jara.
Yo me quedé sorprendido
aunque ya nada esperaba,
sólo enviarte mis besos
con mi sonrisa velada.
Pero vivías ausente
en la campiña adorada,
donde soñabas despierta
entre la tierra y la playa.
Viento del mar, mi nordeste,
viento sin par, tramontana,
que desde el norte, el salitre,
manda mi beso y palabra.
Ya sé que pasa de largo
y que prosigue la marcha,
ya sé que solo el silencio
hace surgir una lágrima.
Pero recuerda que el tiempo
todo lo cura y lo pasa,
aunque florezcan saudades
y aunque te invadan nostalgias.
Quizás un día, en la noche,
sienta la ardiente campana.
para decirme que un labio
deja en mi labio su alma.
"...Mandé mis besos al viento
y conseguí que volaran,
lejos muy lejos del mundo
hasta dormir en la nada..."
Rafael Sánchez Ortega ©
11/10/11
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