martes, 1 de noviembre de 2011

CAMINO POR UN VIEJO ROBLEDAL...


Camino por un viejo robledal
y siento la pureza de la brisa,
el aire se me vuelve transparente
y veo en mis recuerdos margaritas.

Hay una sensación de estar conforme
en medio del silencio de las ramas
y el musgo floreciente de los troncos,
que pienso que la vida no se acaba.

La vida continúa, yo me digo,
y sigue por los campos y praderas,
igual que por los pueblos y ciudades
llegando su sonido hasta las puertas.

El suave tintineo de la vida
que deja su rumor tan dulcemente;
parecen los susurros de los robles
que llegan con la brisa y se detienen.

Entonces, sorprendido, yo me paro
y busco entre las ramas a la luna,
la eterna compañera de mis noches,
la fiel samaritana de mis dudas.

Más ella me conduce hasta tu lado
¡Oh roble singular de porte altivo!,
destacas en el bosque por tu altura
buscando entre los cielos al Olimpo.

Y yo me identifico como Zeus
llevando a sus hermanos a la gloria
recuerdo los Titanes y las guerras
y el precio que pagué por esas horas.

Un ramo de laurel ciñó mis sienes
y el polvo de la historia mi calzado,
viví de fantasías y recuerdos
durmiendo entre los libros y el pasado.

Y así pasaron siglos y más siglos,
y el tiempo transcurrió sin yo saberlo,
vivía entre las nubes y la nada
en medio del sopor y del silencio.

Un día descubrí al viejo bosque
con troncos muy ancianos y agradables,
tenían ese aroma y el misterio
grabado con amor por las Vestales.

Entonces me enteré que estaba cerca,
el sobrio Partenón de aquel otoño,
el viejo robledal de tantos sueños
guardado por las Hadas y los Gnomos.

"...Camino por un viejo robledal
y voy para la fiesta y el convite,
el aire me revuelve los cabellos
y pienso, en un instante, que soy libre..."

Rafael Sánchez Ortega ©
01/11/11

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