Desde siempre dudaste de mis pasos
y por eso marché una madrugada,
me sentí, como sienten los payasos
un juguete de cara blanqueada.
No quisiste creer mis contrapasos,
con mi vida sencilla pero honrada,
y marché recordando mis fracasos
amagando una lágrima salada.
Me sentí un peluche simplemente
olvidado de pronto en mi partida.
Un peluche que amaba tiernamente
y que entonces sufría por su herida.
Porque tú destrozaste brutalmente
aquel sueño de vida renacida.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/11/11
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