martes, 15 de noviembre de 2011

YO ESCUCHÉ AQUEL GRITO DESGARRADO...


(Hay que saber perder, y yo he perdido,
como el niño que pierde su paciencia,
porque el hombre es altivo y arrogante
y no escucha la voz de los poemas... R.S.O.)

Yo escuché aquel grito desgarrado
y corrí para ver su procedencia;
era un grito llamando en la distancia
que llegaba hasta el fondo de mis venas.

Pero sólo el revuelo de las sombras
alteraba la paz de las tinieblas,
aunque el eco del grito persistía
y agobiaba la sangre en mi cabeza.

Yo buscaba ese grito en todas partes,
como buscan al viento las veletas,
pero sólo escuchaba aquel lamento
desgarrado y tan lleno de tristeza.

Me senté, estremecido y silencioso
intentando buscar una respuesta
para el grito tan triste y angustiado
en la noche profunda y cenicienta.

No tenía sentido todo aquello
porque a nadie veía en mi presencia,
ni tampoco figuras, que lejanas,
regresaran, de pronto, de la niebla.

Se cerraron mis ojos un momento
y me vi encadenado a las galeras,
con el alma, temblando atormentada,
y remando a la nada con mis fuerzas.

Era un sueño profundo y silencioso
más allá de la vida y mi frontera,
yo buscaba esa luz que precisaba
en la débil rendija de una puerta.

Más los ojos buscados no se hallaron
ni la luz tan precisa que quisiera,
sólo estaban las huellas de mis pasos,
en la arena, anunciando mi presencia.

Me quedaba el guerrero derrotado
y con él aquel niño y el poeta,
no existía en el mundo una palabra
que aliviara la sed de mi existencia.

Y lloré, como lloran los cobardes,
sin saber que el amor estaba cerca,
renunciando a la gloria y el destino
sin pedir una frase de clemencia.

"...Yo escuché aquel grito desgarrado
y corrí, como un niño que despierta,
porque el grito, sonando en la distancia,
es mi grito llamando a las estrellas..."

Rafael Sánchez Ortega ©
15/11/11

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