miércoles, 2 de noviembre de 2011

IMPROVISAR UN POEMA...


Improvisar un poema
es desde luego sencillo,
basta tomar las palabras,
hacer un ramo bonito,
trenzar sus rimas y versos
con ilusión y con mimo.

Más si le añades la gracia
con un lenguaje muy fino,
ese que se habla en las calles
y parlotean los niños,
tendrás entonces, sin duda,
algo precioso y muy lindo.

Contemplarás poco a poco
como el poema está vivo,
como susurra y te abraza,
como te deja un suspiro
mientras te entrega su sangre
con un profundo latido.

Sangre del verso que sale
tras recorrer mil caminos
lleno de polvo y arena
para cumplir su destino,
ese que trazan tus dedos
con un mensaje infinito.

Pero el poema se escribe
sobre el papel amarillo,
con el sudor de la tierra
que ve crecer a los lirios,
mientras tu mano, nerviosa,
junta las letras con tino.

Casan las letras y cosen
mil pensamientos distintos,
suma los versos y rimas
en prolongados pasillos
para encontrar la palabra
con el mensaje divino.

Ese que llegue a tu pecho
y que penetre en tu oído,
ese que tenga la gracia
de estremecer tus sentidos,
y ese que diga, poeta,
lo que no dice el escrito.

Porque escribir es hermoso
e improvisar algo digno,
pero escribir sin palabras
para llevar lo que ansío
es lo que añoro y deseo
y lo que siempre he querido.

Rafael Sánchez Ortega ©
02/11/11

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