En silencio ha quedado la noche
y también hay silencio en el alma,
nada rompe la paz de los campos
ni el descanso en el mar de las barcas.
Yo te busco quizás en los cielos
cuando sigo la estela lejana,
cuando miro la estrella furtiva
y la luna con manto de plata.
Y me duermo, soñando contigo,
añorando tu brisa tan cálida,
ese beso que llega y subyuga
recorriendo mi cuerpo al que abrazas.
Eres tú fiel nordeste querido,
ese viento sin voz ni palabras,
el que viene, susurra y se aleja
a buscar otras costas más bravas.
Más tu voz silenciosa me dice
que no busque en los sueños más hadas,
que me acerque corriendo a la iglesia
que allí está lo que el cielo me manda.
Un breviario en un banco me espera,
unas manos sujetan sus tapas,
y de pronto comprendo el mensaje
que desprenden las letras doradas.
Hay un cielo bajado a la tierra,
una linda pupila que habla,
un poema trazado en los ojos
de la niña que reza y que calla.
Pero siento el suspiro en su pecho,
y el nordeste que llega y que pasa,
y que roza sus lindos cabellos
y devuelve hasta mi su mirada.
Yo respeto el recinto sagrado
y por eso refreno mis ansias,
de mirar a los ojos divinos
y de ver el amor que desgranan.
Es verdad que ha pasado el nordeste
y la noche en silencio está en calma,
nada altera la paz del momento
y con él las sonrisas sin pausa.
Pero quiero dormir en la noche
y contar los minutos que faltan,
de que vuelva de nuevo el nordeste
y con él ese beso de nácar.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/11/11
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