(Inspirado en Gabriel y Galán, "Poema del viejo, el consejo").
Deja el trabajo, Consuelo,
el sol se marcha y no espera,
quiero tenerte a mi vera
y juntos mirar al cielo.
Traerás el agua a mi lado
para beberla contigo,
y el cielo será testigo
de este momento sagrado.
El sol se va, ya escondiendo,
tras las montañas lejanas,
nos quedan pocas semanas
para cambiar nuestro atuendo.
El viento trae una canción
y una música sonora,
ambos soñamos ahora,
olvidando el azadón.
Un mundo sin misereres
y sin formas abreviadas,
para ver las alboradas
y gozar de sus placeres.
Quiero sentir su latido
y saciar tu sed ansiosa
ofreciéndote una rosa
con el tiempo detenido.
Mira la tarde dorada
que se marcha sin euforia,
quiero este trozo de historia
reflejado en tu mirada.
Tenemos trigo bastante
para vivir el presente,
y la ilusión muy latente
del trabajo subyugante.
Demos sin prisa un paseo
tras las nubes malandrinas,
descorramos las cortinas
de este sol en su garbeo.
Mirarás la cordillera
con un tanto de desidia,
pero allí no está la lidia,
de tu alma tan sincera.
Tu trabajo y tu candor
se muestran en el espejo,
de tu cara y entrecejo
que yo beso con ardor.
Esa mirada hechicera
me produce un alborozo
y la sonrisa que esbozo
busca tus labios de cera.
Y en estos aconteceres
nos cubrirán los temblores
de los rayos desertores
con la noche y los placeres.
"...Deja el trabajo, Consuelo,
el sol ya está en la albufera,
aunque yo en tu cabellera
veo el amor y el pañuelo..."
Rafael Sánchez Ortega ©
14/11/11
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