Aún recuerdo aquel beso en la mejilla,
fue una hora de amor desenfrenado,
un reflejo del pecho enamorado,
y la mano posada en la rodilla.
Pero el mar y pasión llegó a la orilla,
cabalgando cual potro desbocado
sin saber que otro pecho acalorado
esperaba también la zancadilla.
Se juntaron con furia abrasadora,
los dos cuerpos ansiados y queridos,
y gozaron gimiendo en esa hora.
Al final los dos pechos, aturdidos,
desplegaron su ansia pecadora,
y saciaron la sed de sus sentidos.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/02/11
fue una hora de amor desenfrenado,
un reflejo del pecho enamorado,
y la mano posada en la rodilla.
Pero el mar y pasión llegó a la orilla,
cabalgando cual potro desbocado
sin saber que otro pecho acalorado
esperaba también la zancadilla.
Se juntaron con furia abrasadora,
los dos cuerpos ansiados y queridos,
y gozaron gimiendo en esa hora.
Al final los dos pechos, aturdidos,
desplegaron su ansia pecadora,
y saciaron la sed de sus sentidos.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/02/11
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