No se debe vivir de los recuerdos,
los recuerdos son lágrimas sagradas,
son instantes colgados del vacío,
son las llamas durmiendo entre las brasas.
Sin embargo queremos los recuerdos,
a pesar de que cubran las ventanas,
y sus blancos visillos nos subyuguen
y en los mismos se claven las miradas.
Recordamos momentos del pasado,
nuestros sueños sin voces ni palabras,
y también recordamos las personas
que dejaron su huella en nuestras almas.
Es posible encontrar en los recuerdos,
el sabor tan amargo de una lágrima,
y también aquel pétalo reseco
de la rosa querida y marchitada.
Más no todo es salitre en los recuerdos,
y seguro que oímos las campanas,
aquel tierno latir de nuestros pechos,
que en las tardes de agosto nos llamaban.
Hay nostalgia y pasión en los recuerdos,
cara y cruz de una vida consumada,
hay sonrisas y llantos en los mismos
y también un abrazo de añoranza.
Porque el tiempo vivido ya es recuerdo,
a pesar de quedar en la garganta,
mil suspiros y gritos retenidos,
mil susurros guardados para nada.
Nunca vivas sin más de los recuerdos,
pues los mismos agobian y atenazan
te exclavizan a un tiempo detenido
con cadenas de hierro ya oxidadas.
Los recuerdos son témpanos de hielo,
sentimientos y huellas de una marcha,
que se quedan atrás, en nuestras vidas,
y que deben dormir en la distancia.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/02/11
los recuerdos son lágrimas sagradas,
son instantes colgados del vacío,
son las llamas durmiendo entre las brasas.
Sin embargo queremos los recuerdos,
a pesar de que cubran las ventanas,
y sus blancos visillos nos subyuguen
y en los mismos se claven las miradas.
Recordamos momentos del pasado,
nuestros sueños sin voces ni palabras,
y también recordamos las personas
que dejaron su huella en nuestras almas.
Es posible encontrar en los recuerdos,
el sabor tan amargo de una lágrima,
y también aquel pétalo reseco
de la rosa querida y marchitada.
Más no todo es salitre en los recuerdos,
y seguro que oímos las campanas,
aquel tierno latir de nuestros pechos,
que en las tardes de agosto nos llamaban.
Hay nostalgia y pasión en los recuerdos,
cara y cruz de una vida consumada,
hay sonrisas y llantos en los mismos
y también un abrazo de añoranza.
Porque el tiempo vivido ya es recuerdo,
a pesar de quedar en la garganta,
mil suspiros y gritos retenidos,
mil susurros guardados para nada.
Nunca vivas sin más de los recuerdos,
pues los mismos agobian y atenazan
te exclavizan a un tiempo detenido
con cadenas de hierro ya oxidadas.
Los recuerdos son témpanos de hielo,
sentimientos y huellas de una marcha,
que se quedan atrás, en nuestras vidas,
y que deben dormir en la distancia.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/02/11
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