Recuérdame que escriba tibiamente
los versos de mi alma sin promesas,
que rompa las cadenas y grilletes
y surjan los compases y cadencias.
Viajamos por el mundo sin destino,
cruzando por los campos y las heras,
bajamos a la playa susurrante
a ver como se duermen las mareas.
La vida es una eterna paradoja,
nacemos y morimos en la tierra,
vivimos y surgimos de la nada,
para ir a descansar en las tinieblas.
Recuérdame te hable de las rosas
surgidas en la eterna primavera,
las rosas las tomaron unas manos,
con mimo, con fervor y con paciencia.
Al lado se encontraban unos lirios
pegados a una linda enredadera,
los lirios y las rosas se abrazaron
unidos con candor a las estrellas.
Abajo, las miraba tiernamente,
un niño con el alma de poeta,
un hombre con el pecho enamorado,
buscando entre las rosas sus esencias.
Recuérdame que escriba de la torre,
del viejo campanario de la iglesia,
de lindas golondrinas y vencejos
que llegan con sus besos y promesas.
La iglesia de paredes renegridas
tenía mil secretos en sus piedras,
allí donde las aves se juntaban
en nidos de rendijas y de hiedra.
Las bellas golondrinas, sorprendidas,
trazaban en el aire su silueta,
volaban los vencejos con su gracia
en dulce algarabía siempre eterna.
"...Recuérdame mi amor, que yo te escriba,
que deje en estas letras su presencia,
¡los versos que nacieron en el alma
con besos que te mando en un poema!..."
Rafael Sánchez Ortega ©
01/02/11
los versos de mi alma sin promesas,
que rompa las cadenas y grilletes
y surjan los compases y cadencias.
Viajamos por el mundo sin destino,
cruzando por los campos y las heras,
bajamos a la playa susurrante
a ver como se duermen las mareas.
La vida es una eterna paradoja,
nacemos y morimos en la tierra,
vivimos y surgimos de la nada,
para ir a descansar en las tinieblas.
Recuérdame te hable de las rosas
surgidas en la eterna primavera,
las rosas las tomaron unas manos,
con mimo, con fervor y con paciencia.
Al lado se encontraban unos lirios
pegados a una linda enredadera,
los lirios y las rosas se abrazaron
unidos con candor a las estrellas.
Abajo, las miraba tiernamente,
un niño con el alma de poeta,
un hombre con el pecho enamorado,
buscando entre las rosas sus esencias.
Recuérdame que escriba de la torre,
del viejo campanario de la iglesia,
de lindas golondrinas y vencejos
que llegan con sus besos y promesas.
La iglesia de paredes renegridas
tenía mil secretos en sus piedras,
allí donde las aves se juntaban
en nidos de rendijas y de hiedra.
Las bellas golondrinas, sorprendidas,
trazaban en el aire su silueta,
volaban los vencejos con su gracia
en dulce algarabía siempre eterna.
"...Recuérdame mi amor, que yo te escriba,
que deje en estas letras su presencia,
¡los versos que nacieron en el alma
con besos que te mando en un poema!..."
Rafael Sánchez Ortega ©
01/02/11
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