Ya falta poco,
tus labios te decían,
calladamente.
Y proseguías,
sin pausa, tu camino,
hacia la nada.
Yo contemplaba
tus pasos, vacilantes,
y te llamé.
No me escuchaste
y vi como seguías
por el sendero.
Pero sentí
temblar a los hayedos
del viejo bosque.
Luego, su llanto,
llegó hasta mis mejillas
que se mojaron.
Quise ayudarte,
tomarte entre mis brazos,
andar contigo.
Tú sonreíste,
quizás sin darte cuenta,
y fui feliz.
Luego, tus ojos,
cansados, se cerraron,
bajo mis besos.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/10/21
Dentro de su tristeza, nos presentas unos bellos versos. A veces nos advierten y no hacemos caso, y todo se apaga.
ResponderEliminarFeliz tarde noche.
Un abrazo
Gracias por tus palabras Carmen.
EliminarUn abrazo.
Es un poema triste, pero rebosante de amor, ternura y recuerdo...
ResponderEliminarAbrazo.
Gracias Impersonem
EliminarUn abrazo.
Emotivas tus letras como los de estos días atrás a veces aunque no comenté te leo.
ResponderEliminarUn abrazo Rafael y que estés bien
Gracias por tu visita y comentario, Cora y no te preocupes. Sé que que vienes y me lees, como otros amigos.
EliminarUn abrazo y cuídate.
Consolar a quien está triste puede llevar a besos emotivos.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Maripau.
EliminarUn abrazo.
Cuánta tristeza denotan estos versos. Cuando alguien a quien amas se te va... esa última mirada, esa sonrisa, esa despedida en paz... significa tanto.
ResponderEliminarBesicos.
Sí, Galilea, nos pasa a todos.
EliminarBesicos.