Mece la cuna
la mano de la abuela,
con gran cariño.
Y es que ese niño,
es sangre de su sangre
y él se lo dice.
En su mirada,
con ojos infantiles
azul intenso.
En sus manitas
que buscan en el aire
mil garabatos.
En esos labios
sedientos de ternura
queriendo hablar.
Por eso vela
la abuela, en esta tarde,
al dulce nieto.
Quizás, un día,
devuelva esas caricias
el tierno infante.
Y entonces ella,
la abuela, ya ancianita,
se sonreirá.
Ahora sueña,
suspira en ese instante
con alegría.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/10/21
Qué preciosidad... Ese amor tan tierno...
ResponderEliminarUna belleza.
Me alegro de que te guste, Galilea.
EliminarUn abrazo.