¡Cómo añoro los años infantiles!,
los castillos creados en la arena,
las canicas de barro tan gentiles
y la fiesta del pueblo y la verbena.
Caminaba en la vida sin candiles
con la paz en el alma muy serena,
no pensaba ni en balas ni en fusiles,
ni en batallas y muertes con su pena.
Era un niño sin más, perdidamente,
que miraba de noche a las estrellas
intentando tocarlas con su mano.
Pero el niño creció, y por consiguiente,
se olvidó de sus juegos y epopeyas
las que ahora recuerdo, como anciano.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/01/11
los castillos creados en la arena,
las canicas de barro tan gentiles
y la fiesta del pueblo y la verbena.
Caminaba en la vida sin candiles
con la paz en el alma muy serena,
no pensaba ni en balas ni en fusiles,
ni en batallas y muertes con su pena.
Era un niño sin más, perdidamente,
que miraba de noche a las estrellas
intentando tocarlas con su mano.
Pero el niño creció, y por consiguiente,
se olvidó de sus juegos y epopeyas
las que ahora recuerdo, como anciano.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/01/11
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