Mis manos trabajaron esta tierra,
sembraron surco a surco los trigales,
cuidaron con primor de temporales,
igual que de maleza y de la sierra.
Más vino hasta nosotros una guerra,
la sangre que regó los helechales,
las manos que rompieron los cristales
y el paso vacilante del que yerra.
Yo miro aquí mis manos, tan cansadas,
las miro con el rostro pensativo
y pienso en tantas tierras calcinadas.
Me siento como el reo y el cautivo,
y tiemblan estas manos arrugadas,
pues pienso que estoy muerto, y ya no vivo.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/01/11
sembraron surco a surco los trigales,
cuidaron con primor de temporales,
igual que de maleza y de la sierra.
Más vino hasta nosotros una guerra,
la sangre que regó los helechales,
las manos que rompieron los cristales
y el paso vacilante del que yerra.
Yo miro aquí mis manos, tan cansadas,
las miro con el rostro pensativo
y pienso en tantas tierras calcinadas.
Me siento como el reo y el cautivo,
y tiemblan estas manos arrugadas,
pues pienso que estoy muerto, y ya no vivo.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/01/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario