Debí rezar a Dios en su momento,
pedirle por el alma atormentada,
así la libraría del tormento
con solo que le diera su mirada.
Pero algo me retuvo, y lo lamento,
quizás una promesa ilusionada,
la risa cantarina con su acento
o puede que una lágrima apagada.
No me enteré del llanto y la tormenta,
lanzado por el alma vacilante,
marchando hacia la nada, en su retiro.
Y el tiempo se pasó, sin darme cuenta,
pasó y pasé, con él, en un instante,
para perderse al fin con un suspiro.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/01/11
pedirle por el alma atormentada,
así la libraría del tormento
con solo que le diera su mirada.
Pero algo me retuvo, y lo lamento,
quizás una promesa ilusionada,
la risa cantarina con su acento
o puede que una lágrima apagada.
No me enteré del llanto y la tormenta,
lanzado por el alma vacilante,
marchando hacia la nada, en su retiro.
Y el tiempo se pasó, sin darme cuenta,
pasó y pasé, con él, en un instante,
para perderse al fin con un suspiro.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/01/11
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