Que tus dedos le hablen al teclado,
y que surjan las notas tan sinceras,
en música sin arpa ni violines,
que brote de la sangre de tus venas.
Yo busco ese mensaje tan sagrado
las notas del piano tan eternas,
suspiros arrancados a tu alma,
con hebras de pasión y sin promesas.
Yo quiero ese latido de tu pecho,
la música sin par de las estrellas,
el néctar que nos llene y nos embriague
y el baile de mis dedos con las letras.
Yo romperé contigo, ese silencio,
desnudaré despacio tus caderas,
te llevaré sin prisas a la cama
para gozar allí, con tu presencia.
Hay un volcán de fuego desatado
una pasión de lava sin cadenas,
hay un amor que rompe las amarras
y llega hasta tu lado con su fuerza.
Pero al final el tiempo detendremos,
se cerrarán tus ojos sin reserva,
yo escribiré unos versos con mis dedos
en los senos febriles que me ofrezcas.
Y besaré despacio y lentamente
ese rincón de aromas y de esencias,
que baja de tu cuello y de tu espalda
hasta el altar dorado de tus piernas.
No quiero que termine este concierto,
que sigan con su baile las sirenas,
que salgan al teclado las caricias
y vaya mi cariño en su respuesta.
No quiero que se acabe este momento
ni quiero los adioses ni las penas,
me llevo esa caricia de tus labios
y el beso embriagador que a mi me duerma.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/01/11
y que surjan las notas tan sinceras,
en música sin arpa ni violines,
que brote de la sangre de tus venas.
Yo busco ese mensaje tan sagrado
las notas del piano tan eternas,
suspiros arrancados a tu alma,
con hebras de pasión y sin promesas.
Yo quiero ese latido de tu pecho,
la música sin par de las estrellas,
el néctar que nos llene y nos embriague
y el baile de mis dedos con las letras.
Yo romperé contigo, ese silencio,
desnudaré despacio tus caderas,
te llevaré sin prisas a la cama
para gozar allí, con tu presencia.
Hay un volcán de fuego desatado
una pasión de lava sin cadenas,
hay un amor que rompe las amarras
y llega hasta tu lado con su fuerza.
Pero al final el tiempo detendremos,
se cerrarán tus ojos sin reserva,
yo escribiré unos versos con mis dedos
en los senos febriles que me ofrezcas.
Y besaré despacio y lentamente
ese rincón de aromas y de esencias,
que baja de tu cuello y de tu espalda
hasta el altar dorado de tus piernas.
No quiero que termine este concierto,
que sigan con su baile las sirenas,
que salgan al teclado las caricias
y vaya mi cariño en su respuesta.
No quiero que se acabe este momento
ni quiero los adioses ni las penas,
me llevo esa caricia de tus labios
y el beso embriagador que a mi me duerma.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/01/11
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