Miro la altura
que va hasta el campanario
y tomo nota.
Miro la rosa
que tiembla, cuando paso,
por los jardines.
Miro a lo lejos
y creo que te veo,
pero lo dudo.
Lanzo un suspiro
y pienso en lo que he visto
en un instante.
La torre altiva,
la rosa inmaculada
y tu figura.
Soy esa flor,
me digo en un aparte,
veo espejismos.
Al campanario,
subíamos de niños
para jugar.
Pienso en las rosas
cortadas con mis dedos
en tantas tardes.
Y por las vías
y en tren tú te marchaste
para otras tierras.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/05/21
Cuánto nos duele que se aleje alguien que nos brinda alegría y sin embargo es una de las grandes lecciones que debemos aprender en esta vida. Nada es para siempre, salvo nosotros mismos con nuestra eterna alma. Lindos versos dedicados a esos recuerdos sencillos pero tan marcadores.
ResponderEliminarUn abrazo amigo, te deseo un lindo día. Paty
Gracias por tus palabras y comentario Paty.
EliminarUn abrazo en la tarde.
A pesar que hay personas que por motivos diversos se alejan de nosotros sus recuerdos siempre los llevamos dentro y eso es lo que no queda. Y sobre todo la felicidad del que se marcha aunque quedemos tristes. Un fuerte abrazo y muy feiz noche.
ResponderEliminarMuy ciertas tus palabras, Campirela, gracias.
EliminarUn abrazo en la noche.