De mis padres recibí
las lecciones de la vida,
los misterios y leyendas
y el valor de la alegría.
Eran dedos primorosos
en las manos muy sencillas,
de unos padres, como tantos,
que rumiaban sus heridas.
Y crecí poquito a poco
recibiendo mil caricias,
de esas manos, que recuerdo,
y los dedos sin mentiras.
Hoy las busco y las añoro;
solo veo golondrinas,
telarañas de un pasado
con legañas de esos días.
Me pregunto dónde fueron
esas manos que se abrían
con sus dedos, dibujando,
en mi mente olas marinas.
Se marcharon, eso creo,
y dejaron margaritas,
en el alma de algún niño
que hoy escribe poesías.
Poesía que recibe
y que plasma con sus rimas,
en los ojos ambiciosos
de ilusión y fantasías.
Porque el niño siempre es niño,
aunque inicie la partida,
cuando nace y cuando avance
por ser hombre sin manías.
Hoy por eso las recuerdo,
a esas manos tan queridas,
de mi padre y de mi madre,
que guiaron a las mías.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/06/21
Hoy solo tengo una palabra "Gracias" por escribir un poema con tanto sentimiento para los padres nuestros motores principales y las personas que su amor es incondicional. Un fuerte abrazo y te mereces un besote grande.
ResponderEliminarGracias por tus palabras y "besote", Campirela, eres muy generosa.
EliminarUn abrazo en la tarde.
Es que de los padres recibimos la genética, para bien y para mal, y el ejemplo, que es lo que me intersa más.
ResponderEliminarBuenos versos. Un abrazo
Gracias sinceras, Maripau.
EliminarUn abrazo.
Precioso poema Rafael, enhorabuena por esos padres.
ResponderEliminarBesos de la tarde.
Gracias Paula.
EliminarBesos en la tarde.