Dejaba el río
su tierna melodía
en plena tarde.
Cantos y rezos
alegres se mezclaban
en los meandros.
Piedras sagradas
bajaban, desplazándose,
entre las aguas.
Unos laureles
cubrían, con su sombra,
algunos trechos.
De vez en cuando
cruzaba alguna trucha
muy despistada.
También los juncos
temblaban, en la orilla,
por la surada.
Yo me detuve
buscando la sonrisa
en su reflejo.
Y la encontré
en medio de la bruma
y de los sueños.
Cantaba el agua
la música sin nombre
que eleva el alma.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/07/21
Cuanta vida llevan esos ríos, poema repleto de algo bello,la naturaleza. Un feliz noche Rafael.
ResponderEliminarCierto, Campirela, es como dices.
EliminarUn abrazo y feliz noche.
Qué bonito paisaje escribes, parece una égloga.
ResponderEliminarBesitos.
Gracias por tus palabras, Noelia.
EliminarUn abrazo.